Ecos del sábado por
la noche... truenos y
relámpagos que iluminaron eternas promesas en la calle Corrientes. La lluvia fue
testigo de nuestros deseos de revolución y finalmente se perdió entre lágrimas
llenas de melancolía. Por momentos creí verte
entre la multitud y resucité en cada rostro parecido…
Entoné
con más fuerza que nunca “Todo empieza y todo acaba en ti”. Me abrazó fuerte el
recuerdo de mi abuelo con “Papá cuéntame otra vez”. Lloré, quise volar lejos y escapar junto a “Caperucita”. Comprobé una vez más que la noche debilita los corazones al oír “La extraña
pareja” entonces, elegí mi derrota y volví a brindar por el amor y sus fracasos.
Me declaré legítima
“Hija de Lilith”. Llegaron los refuerzos con “No estarás sola”. Volví a creer
en hombres proponiéndo casamiento con “Pequeña criatura”. Sentí a Neruda más vivo
que nunca en “Semana”, tal cual tu mirada de aire y agua fría, ahí estaba tu recuerdo de lunes a domingo. Cerré mis ojos y apretando los dientes repetí cuánto “Te
odio”. Prometí ser fuerte y devorar la manzana con “Te vas”.
Junté coraje, salí
a buscarte y cometí todos los delitos que este amor exige cuando sonó “Ya ves”. Con “Últimamente”
reconocí que ando desconcertada, como loca y que de un tiempo a esta parte
me cuesta tanto no amarte. Me miré al espejo y al fin me reconocí, la
estrella polar nos señaló el norte en “Vértigo”. Fui por un instante la Amanda de Jara, creí oír la voz de Violeta cantando para nosotros y me emborraché en un bar de
Santiago … al igual que ella te conté todas mis
causas, azares y luchas.
Soñé con un correo a mi nombre en el buzón y
me pareció oír tu voz diciendo “Vuelvo”. Fue jueves en la Plaza de Mayo, los blancos
pañuelos cubrieron las aguas del mar inquieto y con nuestro grito las olas se
llevaron a los traidores que sembraron tanta muerte.
Apareció Machado recordándonos que “Hoy es
siempre todavía” y comprendimos que ahora es el momento de cumplir todas las
promesas. San Sebastián rezó por los amores imposibles, él nunca olvida al que
sufre en silencio… Entonces todos miramos al cielo y pedimos un deseo y
repetimos una y otra vez que la excusa más cobarde es culpar al destino.
Como un suicida al borde del precipicio, allí
te encontré en “Cien días”. Yo, Eva maldiciendo la manzana me crucé con Adán
expulsado del paraíso y como un candil brillando entre la nada “Por fin te
encontré”. Derrumbé las cautelas y te abracé en la lluvia que cubría la 9 de
Julio. Despertamos juntos y armamos barricada en las esquinas contra la anestesia de los políticos y la usura de los bancos.
Nos unimos a Pometeo y encendimos la llama.
Descubrí mi soledad y pregunté desesperada qué hago yo con las montañas de papeles que firmé jurando morir o amar. El sonido del charango me recordó que te debo una canción, por
encima de las malas noticias, los robos a mansalva, la distorsiones del INDEC, la
lavada de manos de La Ciudad, Buenos Aires sin subtes y el sucio oportunismo de los diarios. Te sigo debiéndo una canción por encima de la estafa que Hollande, Merkel y Rajoy se empeñan en llamar “crisis".
En fin, el mundo a punto de explotar y nosotros amamos, reimos, lloramos y nos comprometimos … Pido perdón a la sociedad líquida por la valentía y el optimismo. Mientras nos enamoramos, la ciudad permanece vigilada y controlada por el miedo y la
precariedad. Modernidad que nos aliena, nos desintegra, nos hipnotiza y nos
pone de rodillas al consumismo, al servicio incondicional de esta despiadada globalización y sus estándares de pensamiento y vida.
Noches como la del sábado esconden la vacuna
contra la liquidez de los tiempos que corren. Te sigo esperando, tu mirada y tu abrazo aún guardan el calor necesario para enfrentar los días de este invierno.