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2 jul 2009

“Pobres, los pobres”


Nike. Adidas. Reebok. Polo. Ralph Lauren. Lacoste. Son algunas de las marcas internacionales de primera línea y sinónimo de prestigio y sofisticación. En cada campaña cada una de ellas invierte millones de dólares en publicidad y en proyectos de branding con el objetivo de generar en su público un sentimiento de pertenencia y devoción. Lo cierto es que el costo total - materiales y mano de obra - de un par de zapatillas Nike es de US$ 15, para venderlo a un promedio de US$ 150.
Nada tienen que ver estas cifras astronómicas con el dinero que un obrero latinoamericano, oriental o asiático percibe por trabajar 7 días a la semana y 12 horas diarias “en negro” a razón de 10 centavos de dólar por producto. Mucho más contradictoria se torna la cuestión cuando ese mismo obrero mira por televisión un estadio con 20.000 personas y al jugador estrella del momento luciendo los botines que recibió a modo de souvenir luego del contrato valuado en US$ 10. 000.000 por ser la cara de la marca.
Para entender esta desigualdad abismal y aplastante es necesario hablar de GLOBALIZACION como el proceso que surgió durante el siglo XX, y en estos primeros años del siglo XXI, los avances de la ciencia y de la tecnología, sobre todo referidos a los medios de comunicación y transporte, permitieron que las relaciones entre los diferentes lugares del mundo se hicieran más cercanas. A partir de esta vinculación intercontinental, se internacionaliza la economía, la información y la cultura.
En función del ejemplo de la tercerización de la mano de obra de las marcas de primera línea, vale preguntarse ¿por qué se piensa en países tercermundistas? Porque se trata de regiones del mundo con altísimos niveles de corrupción, pobreza y desempleo. Donde trabajar para alimentar a media familia es mejor que verlos morir. El Salvador, Honduras, México, Afganistán, China, Indonesia, entre otros son el paraíso para tercerizar. En estos países los niños pueden y deben trabajar para vivir. La pobreza tiene con sigo muchas manos infantiles dispuestas a trabajar por menos dinero que un adulto. Decenas de millones de niños trabajan de 12 a 14 hs diarias.
El fenómeno global habilita a las empresas multinacionales para ubicar sus fábricas en cualquier lugar del mundo, teniendo siempre como objetivo la obtención de la mayor cantidad posible de ganancias. El accionar de las mismas está más allá de cualquier localismo, porque al crearse nuevos lazos o relaciones comerciales basadas en movimientos de dinero, de tecnología o de personas, es muy difícil establecer con precisión de que nacionalidad son las empresas y los productos que éstas fabrican.
El tercer mundo constituye el 75% de la población mundial, con lo cual la mayoría de la población vive en la pobreza, mientras que un pequeño grupo privilegiado vive en la excesiva riqueza, y los sectores medios, son escasos o inexistentes. Las necesidades alimentarias no están suficientemente satisfechas, como tampoco está garantizado el acceso a la salud, a una vivienda digna, a la educación, al trabajo, a la participación política y a la paz. Esta separación entre las zonas ricas y pobres del mundo, es en la actualidad, una importante causa de conflictos.
Otro ejemplo especifico es la reciente crisis capitalista mundial es un claro ejemplo del “efecto dominó” que se produce cada vez que las principales potencias entran en colapso financiero. La suba de los precios de las materias primas y la sobrevalorización del producto en Estados Unidos desencadenó una crisis mundial, una elevada inflación planetaria y la amenaza de una recesión en todo el mundo, así como una crisis crediticia, hipotecaria y de confianza en los mercados.
La actual crisis económica-financiera también ha repercutido en el continente latinoamericano, generando mayor desigualdad social, ola de desempleos y por consiguiente aumento de la pobreza.
Frente a esta problemática ¿existe acaso alguna solución posible? La respuesta es sumamente compleja, pero para intentar abordar la respuesta mínimamente es necesario reconocer que los países subdesarrollados o bien “arrollados” como diría el escritor uruguayo Eduardo Galeano, ya forman parte de este fenómeno totalmente instalado y legitimado. Por lo tanto la única manera de vivir menos globalizados es atribución del Estado-Nación, ese mismo que fue perdiendo poder, entre otras causas porque transfirieron parte de su poder a los organismos internacionales, poniéndose de manifiesto su incapacidad para lograr imponer la ley y conservar el orden público.