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25 jul 2012

"Quédate, todavía hay explotadores"

Nunca un invierno me había generado tantas ganas de abrir las ventanas. El viento y las bajas temperaturas siempre me amedrentaron, sin embargo estos días traen perfume a revolución,  a salir a la calle y enfrentar miradas, agudizar el oído para comprender al otro y dejar de caminar mecanizada, todo el tiempo con miedo y en desconfianza permanente…
No solo basta con tomar conciencia de la situación líquida, hace falta la decisión de salir en contra del gris vacilante e indiferente de los tiempos que corren. Es tarde ya para excusas, y en realidad a esta altura no hay excusas. Mucho menos, esta tarde en compañía de Gramsci. Una vez más resurge la contundencia de sus ideas. Imagino su voz “aflautada”, como la describieron sus contemporáneos, inquietando a Mussolini al tenor de un manifiesto irreductible.
Ni siquiera la injusta cárcel de Roma pudo impedir que su altruismo siga adelante, crezca descomunalmente, aún en las condiciones más degradantes. La condena a veinte años a prisión  bajo el lema “Debemos impedir que este cerebro funcione durante los próximos veinte años” funcionó como un desafío y peleó hasta lograr su derecho a escribir en la cárcel fascista.
Así nació “Cuadernos de la cárcel” sin imaginar que sus escritos girarían desde Europa a India pasando por Argentina, sembrando ideología en las aulas de la facultad. Motivo de análisis, discusión y éxtasis en el bar de la universidad: “Llevar adelante la batalla de ideas para liberar a la clase popular de la ideología dominante y aplastante con el sueño de conquistar el poder” era mi postura, ésa que defendía al extremo anclada en el Manifiesto comunista. Y me ganaba algún enojo de aquellos compañeros de clase que no adherían a su tesis.
Hoy escucho a los políticos de turno en Europa: “España tiene que hacer los deberes”, “España tiene que elegir entre un mal y un mal peor. No hay otra salida”… Es lo que tiene la economía, es  tan abstracta que sólo queda decir frases hechas para manifestar la incertidumbre, mezcla de resignación e ignorancia, que produce ver como la crisis desnuda a los ciudadanos.
Rajoy y Montero piensan eso, mientras yo pienso que los deberes de Europa deberían ser otros, no precisamente destruir el Estado del bienestar ni retroceder en derechos alcanzados tras tantos años de lucha. En España todos mintieron y siguen mintiendo con sadismo. Mientras que los terribles sacrificios que le exigen a la población sólo servirán para hundirla en la miseria y agravar la recesión.
Ya en los años treinta Gramsci se preguntaba ¿Por qué lo que fue posible en Rusia -una revolución obrera- fracasó en el resto del mundo? Y, palabras más palabras menos,  concluye en que la clave se encuentra en el despertar de la sociedad civil. La clave está en la rebelión de los grupos sociales ausentes de la historia oficial pero capaces, cuando se activan, de perturbar el orden social.
Decía Gramsci: “La lucha de clases ahora debe incluir una dimensión cultural, debe plantearse la cuestión del consentimiento de las clases subalternas a la revolución. La fuerza y el consentimiento son los dos fundamentos de la conducta de los Estados modernos, los dos pilares de una hegemonía”. Por naturaleza, no hay condición de vida a la que un hombre no pueda acostumbrarse, más aún  si nota que todos a su alrededor la aceptan.
A tantos años de su muerte, los gramscianos nos sentimos más interpelados que nunca. Realmente otro mundo es posible aunque haya quienes a diario se esfuerzan por evitar que este otro mundo al fin suceda.
Sin Lenin no habría Gramsci ... 

Poema a Lenin.

Al morir Lenin, un soldado de la guardia, según se cuenta,

dijo a sus camaradas: Yo no quería creerlo. Fui donde él estaba

y le grité al oído: “Ilich, ahí vienen los explotadores." No se movió.

Ahora estoy seguro que ha muerto.

2

Si un hombre bueno quiere irse,

¿con que se le puede detener?

Dile para qué es útil. Eso lo puede detener.

3

¿Qué podia detener a Lenin?

4

El soldado penso : Si oye que los explotadores vienen,

puede que estando solo enfermo se levante.

Quizás venga con muletas. Quizás haga que lo traigan

pero se levantará y vendrá para luchar contra los explotadores.

5

El soldado sabía que Lenin había peleado toda su vida

contra los explotadores.

6

Cuando terminaron de tomar por asalto

el Palacio de Invierno, el soldado

quiso regresar a su hogar, porque allí

se habían repartido ya las tierras de los propietarios.

Entonces Lenin le dijo: Quédate.

Todavía hay explotadores. Y mientras haya explotación

hay que luchar contra ella. Mientras tu existas,

tienes que luchar contra ella.

7

Los débiles no luchan. Los más fuertes

quizás luchen una hora.

Los que aún son más fuertes, luchan unos años. Pero

los más fuertes de todos, luchan toda su vida,

Éstos son los indispensables.

7 jun 2012

En comunión con Gramsci y Berni.

Cada mañana al transitar el trayecto de mi casa a la oficina y una vez anclada, leyendo las principales noticias del día las palabras de Gramsci (de allá por el año 1.917) se tornan más actuales que nunca. 
"Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes.
 La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?
Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.
 Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes."
Inmediatamente vienen a mi las obras de Berni quien  en 1923 expone por primera vez en Buenos Aires y en 1934 pinta con témpera sobre arpillera "Desocupados" y "Manifestación", dos de sus murales más importantes.
¿Por qué Berni no fue un "indiferente"? No fue un "indiferente", por su  profundo compromiso social que lo llevó a fundar un nuevo movimiento estético. En sus propias palabras: "El Nuevo Realismo era para nosotros un paso más allá (o más acá), hacia lo inmediato y concreto. No estábamos recusando los aportes innegables del surrealismo; estábamos, en todo caso, rechazando solamente los aspectos meramente psicológicos e individualistas en que se había quedado cierta parte del surrealismo. (...) La visión surrealista siempre ha tenido alguna vigencia en mi pintura, aún hoy. Lo que pasa es que, como ya dije anteriormente, yo en París vivía en un mundo puramente intelectual. Llego acá y me enfrento con dos realidades: en el orden intelectual, un colonialismo indiscutible que continúa todavía; en el orden sociopolítico y económico, una situación de crisis profundísima. Vos veías en las calles la crueldad palpable de la miseria. (...) Eso es lo que estaba sucediendo acá y, como yo venía con una carga política, una carga ideológica, no podía dejar de interesarme y conmoverme lo que veía y vivía".
En los años sesenta, Antonio Berni dedica una serie de obras a Juanito Laguna, un personaje de su propia invención que simboliza la niñez excluida en las grandes ciudades de América Latina. "Yo, a Juanito Laguna lo veo y lo siento como arquetipo que es; arquetipo de una realidad argentina y latinoamericana; lo siento como expresión de todos los Juanitos Laguna que existen. Para mí no es un individuo, una persona: es un personaje; (...) en él están fundidos muchos chicos y adolescentes que yo he conocido, que han sido mis amigos, con los que me he mezclado, con los que he jugado en la calle. También es una parte de mí mismo; no me identifico ni puedo identificarme totalmente con él, porque yo no fui un niño de las villas miseria; aunque fuera pobre en mi persona real y concreta es un símbolo que yo agito para sacudir la conciencia de la gente. Simpatía claro que le tengo (a Juanito Laguna); compasión, nunca; y quererlo sí, lo quiero. (...) Juanito Laguna no pide limosna, reclama justicia; en consecuencia pone a la gente ante esa disyuntiva; los cretinos compadecerán y harán beneficencia con los Juanitos Laguna; los hombres y mujeres de bien, les harán justicia. De eso se trata. (...) Los Juanitos Laguna han enriquecido a mucha gente y también a mí; pero yo no los he explotado, yo estoy reivindicándolos".

"Manifestación"