Mostrando entradas con la etiqueta Luis Cernuda. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Luis Cernuda. Mostrar todas las entradas

10 sept 2012

Yo no conozco otra libertad.

Días de septiembre que alargan el brillo de las horas y esa noche que debilita los corazones tarda en llegar. Otro mes que me encuentra buscándote en las calles que diario camino. Otro mes que me halla pronunciando tu nombre en sueños, dulcemente presa del deseo latente que aún retiene tu mirada en la mia.
Septiembre trae cerezos bajo el brazo, y con ellos un  futuro mejor, una vigilia llena de sueños, nuevas cosas por nombrar, nuevos colores y perfumes que nos salven del ruido y el humo de la ciudad, nuevos pensamientos bien elevados que trasciendan el horizonte marcado por la monotonía y las malas noticias del diario.
Mientras tanto alrededor, hombres desorientados y confundidos, lejos de los relatos que supieron cobijarnos. Inmersos en la perspectiva de un destino inexorable, fijado en la interioridad de la razón y del corazón que rinden cuentas al “deber ser”.
Sin ejemplos absolutos, sin vidas ejemplares, aliviados ya de padres omnipotentes, la pequeña humanidad de nuestros días reposa sobre la rutina diaria, se enraíza en sus acciones intranscendentes. Vida desprovista de intensidades trágicas, pero aliviada de dolores insoportables. Vida llena de reclamos morales inalcanzables que solo desean el sosiego de la repetición, la paz insulsa de aquello que alejado de todo riesgo sirve para transitar por la senda que escapa a toda interrupción.
Despojados de ideales y sueños colectivos. Bloqueados en el interior de una existencia privada y desprovista de vínculos sólidos con el afuera. Ahuyentados de toda rebeldía conjunta. El póstumo triunfo de Narciso caracteriza el autismo de los habitantes del tiempo líquido. Demasiado pendientes de si mismos no negocian su libertad, ésa que un día casi sin darnos cuenta se tornó incompatible con el amor y el compromiso...


Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero (…)