Nunca un invierno me había generado tantas ganas de abrir
las ventanas. El viento y las bajas temperaturas siempre me amedrentaron, sin
embargo estos días traen perfume a revolución,
a salir a la calle y enfrentar miradas, agudizar el oído para comprender
al otro y dejar de caminar mecanizada,
todo el tiempo con miedo y en desconfianza permanente…
No solo basta con tomar conciencia de la situación líquida,
hace falta la decisión de salir en contra del gris vacilante e indiferente de
los tiempos que corren. Es tarde ya para excusas, y en realidad a esta altura no
hay excusas. Mucho menos, esta tarde en compañía de Gramsci. Una vez más resurge la contundencia de sus
ideas. Imagino su voz “aflautada”, como la describieron sus contemporáneos,
inquietando a Mussolini al tenor de un manifiesto irreductible.
Ni siquiera la injusta cárcel de Roma pudo impedir que su altruismo
siga adelante, crezca descomunalmente, aún en las condiciones más degradantes.
La condena a veinte años a prisión bajo
el lema “Debemos impedir que este cerebro funcione durante los próximos veinte
años” funcionó como un desafío y peleó hasta lograr su derecho a escribir en la
cárcel fascista.
Así nació “Cuadernos de la cárcel” sin imaginar que sus
escritos girarían desde Europa a India pasando por Argentina, sembrando
ideología en las aulas de la facultad. Motivo de análisis, discusión y éxtasis
en el bar de la universidad: “Llevar adelante la batalla de ideas para liberar
a la clase popular de la ideología dominante y aplastante con el sueño de
conquistar el poder” era mi postura, ésa que defendía al extremo anclada en el
Manifiesto comunista. Y me ganaba algún enojo de aquellos compañeros de clase
que no adherían a su tesis.
Hoy escucho a los políticos de turno en Europa: “España
tiene que hacer los deberes”, “España tiene que elegir entre un mal y un mal
peor. No hay otra salida”… Es lo que tiene la economía, es tan abstracta que sólo queda decir frases
hechas para manifestar la incertidumbre, mezcla de resignación e ignorancia,
que produce ver como la crisis desnuda a los ciudadanos.
Rajoy y Montero piensan eso, mientras yo pienso que los
deberes de Europa deberían ser otros, no precisamente destruir el Estado del
bienestar ni retroceder en derechos alcanzados tras tantos años de lucha. En
España todos mintieron y siguen mintiendo con sadismo. Mientras que los
terribles sacrificios que le exigen a la población sólo servirán para hundirla
en la miseria y agravar la recesión.
Ya en los años treinta Gramsci se preguntaba ¿Por qué lo
que fue posible en Rusia -una revolución obrera- fracasó en el resto del mundo?
Y, palabras más palabras menos, concluye
en que la clave se encuentra en el despertar de la sociedad civil. La clave
está en la rebelión de los grupos sociales ausentes de la historia oficial pero
capaces, cuando se activan, de perturbar el orden social.
Decía Gramsci: “La lucha de clases ahora debe incluir una
dimensión cultural, debe plantearse la cuestión del consentimiento de las
clases subalternas a la revolución. La fuerza y el consentimiento son los dos
fundamentos de la conducta de los Estados modernos, los dos pilares de una
hegemonía”. Por naturaleza, no hay condición de vida a la que un hombre no
pueda acostumbrarse, más aún si nota que
todos a su alrededor la aceptan.
A tantos años de su muerte, los gramscianos nos sentimos
más interpelados que nunca. Realmente otro mundo es posible aunque haya quienes
a diario se esfuerzan por evitar que este otro mundo al fin suceda.
Sin Lenin no habría Gramsci ...
Al
morir Lenin, un soldado de la guardia, según se cuenta,
dijo
a sus camaradas: Yo no quería creerlo. Fui donde él estaba
y
le grité al oído: “Ilich, ahí vienen los explotadores." No se movió.
Ahora
estoy seguro que ha muerto.
2
Si
un hombre bueno quiere irse,
¿con
que se le puede detener?
Dile
para qué es útil. Eso lo puede detener.
3
¿Qué
podia detener a Lenin?
4
El
soldado penso : Si oye que los explotadores vienen,
puede
que estando solo enfermo se levante.
Quizás
venga con muletas. Quizás haga que lo traigan
pero
se levantará y vendrá para luchar contra los explotadores.
5
El
soldado sabía que Lenin había peleado toda su vida
contra
los explotadores.
6
Cuando
terminaron de tomar por asalto
el
Palacio de Invierno, el soldado
quiso
regresar a su hogar, porque allí
se
habían repartido ya las tierras de los propietarios.
Entonces
Lenin le dijo: Quédate.
Todavía
hay explotadores. Y mientras haya explotación
hay
que luchar contra ella. Mientras tu existas,
tienes
que luchar contra ella.
7
Los
débiles no luchan. Los más fuertes
quizás
luchen una hora.
Los
que aún son más fuertes, luchan unos años. Pero
los
más fuertes de todos, luchan toda su vida,
Éstos
son los indispensables.