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2 jul 2009

“Que el futuro no me sea indiferente”


A 40 años del “Mayo francés”.
La política teóricamente es posibilidad de cambio, búsqueda de alternativas para mejorar las condiciones de vida; diagnósticos, propuestas y estrategias de acción. Ideal de sociedad futura. Hoy se confunde el espíritu de la política con la caricatura y expropiación que de ella hacen sus administradores directos, quienes la saturan de intereses económicos desmedidos de poder, mentiras, opresión, corrupción ... inutilidad y también de la impresión que es imposible liberarse de ese tipo de accionar, lo que genera aún más antipatía.
¿Cómo no esperar que esa evidencia se plasme en la percepción y aprecio de los jóvenes hacia la política? Ellos también son testigos y víctimas de grandes problemas sociales no resueltos -y a veces ni siquiera comprendidos- por un sistema neutral ante la pobreza, exclusión social, inseguridad, discriminación, inequidad distributiva, desigualdad de oportunidades y otros.
Los jóvenes de hoy , no cuentas con referentes ideológicos ni tampoco participan en los procedimientos de inserción política. Caen en una participación insignificante o bien, indiferente a la problemática social. Como mecanismo de respuesta a la propia inutilidad del sistema para dar solución a problemas tan graves como el alcoholismo, la delincuencia y la drogadicción que gran número de ellos padece.
Frente al actual escenario de desesperanza de la juventud argentina se recuerda una mayo francés de hace cuatro décadas atrás, que comenzó como una revuelta estudiantil en la universidad francesa de Nanterre y se convirtió en una de las más relevantes expresiones de protesta contra el orden establecido. Y aunque el movimiento fue finalmente sofocado, algo de su original impronta y su legado perdura en el tiempo.
En una entrevista realizada por José Abadi a Daniel Cohn-Bendit, líder de la revuelta estudiantil que tuvo lugar en Francia en mayo de 1968, habló acerca de la diferencia entre los ideales de los jóvenes de la generación sesentista y los de los jóvenes de fin de siglo: “Nosotros apostábamos a dirigir nuestro destino, ésa era nuestra lucha. Pretendíamos construir aquel mundo que anhelábamos. Las preocupaciones de los jóvenes de hoy ligadas al vacío, el cuidado de la naturaleza o la falta de trabajo, no eran nuestros fantasmas. Pretendíamos ser los arquitectos de nuestro porvenir.”
Durante la década de 1960 los jóvenes adquirieron, tanto en nuestro país como en el resto del mundo, un protagonismo fundamental. El movimiento hippie, las luchas anticolonialistas y antiimperialistas, la resistencia a la guerra de Vietnam, por citar sólo algunos ejemplos, se nutrieron de jóvenes que desde distintas perspectivas y estrategias cuestionaron el orden instituido. Algunos optaron por abandonar la sociedad de consumo e intentaron edificar un mundo basado en el amor y la libertad. Otros buscaron el cambio radical de sociedades que consideraban injustas y desiguales. Unos y otros participaban de la extendida creencia en la acción colectiva como herramienta para transformar las sociedades y acceder a un futuro mejor
Es necesaria la construcción de modelos ideológicos en torno a los cuales pueda darse la identificación y participación política de los jóvenes. La prueba es que, en Argentina, la poca juventud inquieta en política se encuentra en las universidades y es motivada por modelos ideológicos sustentados, tal como sucede, por ejemplo, con el trotskismo.
En los días que corren, son escasas o inexistentes las propuestas novedosas que hagan lecturas actuales de esta situación y planteen alternativas de cambio factibles ante las nuevas condiciones. ¿Cómo no entender entonces la posible sensación de desencanto y desilusión que puede anidar en quienes (los jóvenes) tienen o deberían tener en la esperanza un sustento y una razón de vida?