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2 jul 2009

Mi descargo.


El presente análisis está dirigido al Sr. José Pablo Feinmann con todo el respeto y admiración que su trayectoria como escritor, filósofo y periodista se merece dado que me estoy refiriendo nada menos que a una de las más importantes figuras intelectuales de la Argentina actual.
Como estudiante avanzada de la carrera de Licenciatura en Comunicación Social confieso que sus ensayos y escritos, como “La Sangre derramada” constituyen genuinos contrastes que emanan de una literatura de combate, polémica, llena de ironía y por sobre todo dotada de una pasión inigualable.
Sin embargo, como estudiante y sobre todo como miembro de la juventud emergente de los años dos mil, no puedo evitar expresarle “mi descargo” a cerca del texto “Los 70 vs los 90” donde el autor, desde la voz de la juventud de los setenta, aparece con un arsenal cultural de toda una época, dirigiéndose a la juventud de los noventa, a partir de una comparación inescrupulosa.
Personalmente considero que el compromiso social y profesional de Feinmann resulta loable porque en un momento en que el ensayismo nacional estuvo en retaguardia, por el fracaso de la experiencia nacional de izquierda en los ’70, él continuó siendo un ensayista de combate, y se decía peronista cuando era un pecado decirlo.
El filósofo hacía un ensayismo combativo en una época en la que no tenía buena prensa, él supo ser irreverente y consecuente consigo mismo en épocas de muchos reacomodos.
Luego de leer su “70 vs 90” no pude evitar sentirme lisa y llanamente atacada e incomprendida porque desde de mi punto de vista resulta casi imposible comprar ambas generaciones sin un abordaje que contemple los factores políticos, económicos y sociales que tuvieron lugar con el inicio de “Los años de oro menemistas”.
Como estudiante de una carrera humanística pienso que los acontecimientos del presente hallan explicación en la historia y para comprender es necesario estudiar el contexto en que estos suceden. En el caso de la historia argentina contemporánea, como todo país tercermundista, necesita ser estudiada también desde un escenario internacional y desde el orden económico y político establecido por las primeras potencias.
Allá por los años ’97 yo formaba parte de una camada de niños que vivía en una sociedad donde $ 1 era U$S 1, dónde mi hermana mayor se reunía con sus amigas a mirar “Beverly Hills 90210”, mis primos reían a carcajadas con “American Pie”, el modelo de familia moderna inspirado en “Los Simpson” mientras Cris Morena me mostraba lo bien que vivían los niños abandonados de mi edad en un orfanato muy “cool”, una sociedad donde comenzábamos a incorporar términos como “drugstore”, “delivery”, “ciber cafés” entre otros, que “engrandecían” el habla cotidiana.
El gobierno de los noventa me hablaba de la innovación del siglo: “pasar las próximas vacaciones de verano en Marte volando a través de la estratosfera”.
Los noventa me enseñaron que los servicios y las instituciones estatales no servían, entre ellos, la escuela por eso mismo mis padres decidieron inscribirme desde los cuatro años en un instituto privado bilingüe donde las bibliotecas ya no satisfacían las inquietudes escolares e Internet se imponía como la fuente inagotable de conocimiento e información. Ni hablar de MSN como el invento más genialmente creado para terminar de deshumanizarnos
Meses antes de terminar los estudios secundarios los profesores me aconsejaban no estudiar comunicación porque, según ellos terminaría trabajando a lo sumo dando clases de análisis sintáctico. Aquella misma escuela me habló de “Proceso de Reorganización Nacional” y no de la dictadura más sangrienta de América Latina.
Me enseñaron que los tiempos que corren exigen convertirse en un ser ultra competitivo, multifacético, calculador y pro activo con amplia experiencia en empresas multinacionales de primer nivel. Yo le pregunto al Sr. Pablo Feinmann como es que en sus escritos la generación setentista no nos da tregua, como es que nos dispara a matar sin tener en cuenta la aplanadora de sentimiento nacional que nos sobrepasó a partir de los noventa y estrictamente no nos ha dejado ser.

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