Es de noche y la lentitud en el movimiento en mis
pestañas da cuenta de que ya es necesario ir a la cama. Por fortuna, hablo de
ese cansancio que genera el estar rodeado de personas durante toda la jornada,
hablo de almuerzo y cena en casa de afectos, como excusa para disfrutar
largas sobremesas.
Hoy 20 de junio, como en todas las fechas
patrias, recordé las vivencias de mi querido abuelo, durante su militancia
peronista. Historias que quedaron plasmadas en mi mente y me marcaron el
camino. Al igual que Gramsci, él me enseñó a no ser indiferente, a valorar la
democracia, a soñar con un país más justo, a comprender que la cultura incluye
a todos y no solo los gustos de unos pocos, la importancia de
conocer mis derechos, que la iglesia para poder perdonar primero tiene que
pedir perdón, a no callar frente a la injusticia ... y tantas cosas más.
No puedo evitar la emoción. Recuerdo llegar de la
escuela y encontrar el horno de barro encendido, las manos de mi abuela
amasando, la sorpresa, las risas, los perfumes, los abrazos, el calor de hogar.
La magia en las pequeñas cosas, esas mismas, a las que Peteco siempre les
canta. Por cierto, la música, la letra en castellano, la guitarra, el bombo y
el violín, otro legado. Hoy recordaba las veces que le pedía a mi abuelo cantar
juntos ésa letra de Guarany que tanto me gustaba “Que no calle el cantor
porque el silencio cobarde apaña la maldad que oprime, no saben los cantores de
agachadas, no callarán jamás de frente al crimen.”
Qué no daría por un invierno más a su lado, no
porque haya quedado algo pendiente, sino por el simple hecho de volver a
llenarme el alma de esas pequeñas cosas. Totalmente de acuerdo con Serrat,
aunque uno piense que el paso del tiempo las mató, ellas compraron un pasaje de
ida y vuelta. Por eso siempre vuelven...
Por la mañana en Buenos Aires agrupaciones e
intelectuales kirchneristas lanzaron el Movimiento por una Nueva Constitución
Emancipadora y un Nuevo Estado, bajo el lema “Debemos construir esta nueva
Constitución, no desde pactos y cenáculos, sino desde la más amplia
participación de las mayorías. En la senda del constitucionalismo popular
practicado en nuestra América y en la confección de leyes participativas.” Con
la presentación del documento fundacional de este movimiento se puso a rodar el
armado de foros para discutir una reforma constitucional en todo el país.
Mi abuelo, como muchos otros argentinos que ya
partieron, soñaron con agrupaciones debatiendo libremente, con foros en todo el
país buscando consenso, y yo estaré ansiosa por ver llegar el proyecto a la
universidad del mismo modo que en 2.008 llegó, en ese momento, la posible
modificación de la Ley
de medios. Definitivamente creo que un nuevo Estado requiere una nueva
Constitución que esté al servicio de las mayorías populares y que termine con
las grietas neoliberales de la reforma del 94, en el marco de la hegemonía del
Consenso de Washington.
Y así termina un día más, buscando solidificar
alguna idea en la liquidez que nos rodea. Buscando aliados para armarle una
barricada al inminente invierno, pidiendo que algún día Cameron deje de hacer
oídos sordos a la ONU,
pidiendo que el gobierno acepte el legítimo pedido de la CGT y elimine el impuesto a las
ganancias en el recibo de sueldo del trabajador... y pidiéndole a Moyano que
para un aumento de salario recurra a las paritarias ya estamos cansados de sentirnos rehenes (aunque quienes crecimos en barrios obreros, sepamos que una medida de fuerza es hasta las últimas consecuencias).
El país duerme ya, después de haber creado la
celeste y blanca más larga del mundo. Seguramente mañana será un día mejor, la herida
abierta se convertirá en una cicatriz y algún día la contemplaremos con cierta
nostalgia pero con una sonrisa, sobre todo porque como solía decir mi abuelo
"la batalla más difícil aún está por venir".
Tiene nuestra chacarera
color y acento de pueblo
de caminos llovidos
como la piel de los vientos.
Color del sol escarchado
sobre las calles de la tierra
con olor a campo arado
bajo un rocío de estrellas.
Y tiene la chacarera
color de nube en tinaja
de los patios guitarreados
de la noche a la alborada.
Tiene color y armonía
de los frutos campesinos
color de madre rezando
por el hijo peregrino.
Color de guitarra arada
sobre una niña canora
para alumbrar la palabra
en la urdimbre de la copla.
Color de paleta anciana
de pintores de la vida
de leyendas y nostalgias
de llanto a escondidas.
Color de rancho tapera
de rastros que no regresan
como el río va buscando
el canto de la sirena
Tiene color y armonía
de los frutos campesinos
color de madre rezando
por
el hijo peregrino.