“RESCATE” es el denominador común en las noticias de hoy. El mundo pide que alguien lo salve. Leyendo los pronósticos pareciera que no hay salida… Estados Unidos paralizado, Europa cayéndose a pedazos y China en un desesperado control inflacionario. Decisiones políticas y económicas ausentes que nos mantienen en vilo pero que simultáneamente deberían funcionar como una alarma para aprender de la historia y para exigir “otro tiempo”.
En 1.830, a lo largo de tres días, 6.000 barricadas convirtieron Paris en un campo de batalla. El pueblo abatió a los soldados del rey. Cuando llegó la noche del tercer día una multitud acribilló, a pedradas y balazos, cada uno de los relojes de la ciudad, los grandes relojes de las iglesias y otros templos del poder. Así el pueblo demostró la necesidad de un tiempo nuevo.
Muchos años después, 2.001 en Buenos Aires, 2.011 en Madrid, por ejemplo, miles de personas, despojados de sus casas y sus empleos, ocuparon las calles de la ciudad. Se difundió la indignación. La buena salud resultó más contagiosa que la peste y las voces cruzaron las fronteras dibujadas en los mapas:
“Nos dijeron: ‘a la puta calle’, y aquí estamos.
“Nos dijeron: ‘a la puta calle’, y aquí estamos.
Apaga la tele y enciende la calle.
La llaman crisis pero es estafa.
No falta dinero: sobran ladrones.
Los mercados gobiernan. Nosotros no los votamos.
Ellos toman decisiones por nosotros, sin nosotros.
Se alquila esclavo económico.
Estamos buscando nuestros derechos, ¿Alguien los ha visto?
Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir."
A la voz del mundo pidiendo que lo salven, yo sumo mi voz. Pido que tu abrazo me rescate de este invierno. Pido que tu voz rompa este triste silencio y al fin me nombre. Pido que ganes la batalla contra la duda. Te espero, aunque en mi vida ya no seas más que un simple nombre ligado a un marzo de días calurosos, llenos de absurdas cautelas y confusiones que dejó el pasado reciente. Esta tarde me sumo al pedido del mundo y pido que me rescates, ¡Rescátame del olvido irremediable!